Un deportista de alto rendimiento centra su entrenamiento en ganar resistencia física, en lograr agilidad, fortalecimiento muscular. Tiene muy en cuenta su alimentación, su ejercicio físico, su respiración y se entrena para que su cuerpo resista y sobrepase los límites que le permiten ganar. Su mente le es entrenada, para competir, para ser el primero, para ganar, para vencer cualquier obstáculo que le impida cumplir con su objetivo.
Todo lo anterior es de vital importancia, sin embargo, olvidamos que nuestro cuerpo físico, nuestra mente y nuestras emociones, son sólo instrumentos de nuestro Espíritu, para vivir una experiencia terrena durante nuestra existencia. Por lo tanto, no somos ninguno de ellos y cuando nos identificamos con alguno o con todos, nos perdemos en la identidad que cada uno de ellos nos produce. Vivimos en un futuro, visualizando el premio o la recompensa que conseguiremos con nuestro esfuerzo e indagamos en el pasado, recurriendo a las técnicas conocidas de quienes lo han logrado, para adaptarlas o apropiarnos de ellas y conseguir los resultados con los que soñamos. Y en este péndulo entre el pasado y el futuro, se nos escapa el presente que es lo único que realmente existe y donde nos reconocemos desde la Verdad de lo que somos.
En esa carrera loca de querer competir y ganar, olvidamos el placer que es realmente por lo que realizamos cualquier deporte; y en últimas, por lo que hacemos todo en la vida.
Por eso, lo primero que llevo a cabo cuando un deportista viene a mi consulta para que le entrene su Espíritu para ganar una competencia o poder llegar a la cima más alta del mundo, es indagar qué le motiva a conseguir el logro al que aspira, a quién quiere derrotar o a quién le interesa demostrarle que lo puede lograr. Cuál es su motivación, para qué quiere ganar o para qué quiere llegar a donde se ha puesto la meta. Es muy importante descubrir emocionalmente qué siente cuando corre, o cuando escala, o cuando nada, o cuando realiza su deporte favorito. Qué siente cuando consigue el éxito por el que entrena arduamente su cuerpo y su mente cada día.
Es ahí, cuando descubrimos que todas esas emociones que lo impulsan a conseguir el logro, vienen del miedo. Del miedo a no ser alguien, del miedo a no poder, del miedo a no ser admirado, del miedo a defraudar, a fracasar, a un sinfín de videos que nuestra mente realiza a lo largo de nuestro crecimiento y convivencia familiar y social que nos pone retos y nos educa para competir por un espacio donde sólo cabe uno, para generar placer desde la adrenalina de ganar.
Entonces ahí es cuando IRB entra en acción con la persona.
Realizamos entre 3 y 4 sesiones, donde la persona suelta por completo el control de su mente, llevándolo a estados profundos de silencio durante los cuales escucha su propio ritmo, su propio sonido que es el que le permite crear desde su centro y no desde la periferia que lo controla y, en donde activando su sabiduría, reconoce realmente quién es y para qué está en este momento presente en su vida. Durante estas sesiones, se logra transformar la información contenida en su ADN, tanto de su historia personal, como de su historia genética; toda la información de esfuerzo, lucha, competencia, agresividad, apego y una cascada de actitudes limitantes que son las que lo invitan a sobrepasar a la fuerza lo que él cree que es. Durante estas sesiones, la persona logra llegar a su centro que es donde se conecta con su torrente sanguíneo, con su fuerza interna, con su ritmo cardíaco, con su aerodinámica, con la tensión de sus músculos, para cambiar radicalmente su postura ante la vida. Las cosas alrededor, en la periferia, continúan siendo iguales, pero cuando desde el centro las observamos, se ven totalmente diferentes, permitiéndonos gozarlas y verlas sin identificarnos con ellas. Ahí toda la fuerza que le otorgaba el miedo, se transforma en Amor, creatividad y pasión, no desde la lucha y la competencia, sino desde el placer de vivir y gozar el instante, porque comprende que su objetivo no es ganar, sino jugar. No es competir, sino crear. No es esforzarse, sino fluir. No es demostrar ni demostrarse, sino Ser.
Pasadas estas sesiones, se procede a realizar una sincronización cuántica, donde se descubren a través de una comunicación profunda con su esencia suprema -que yo llamo su GPS personal-, dónde existen aún bloqueos, trancones, miedos, experiencias de vidas pasadas, paralelas, presentes o futuras, que le están impidiendo ser el 100% de su esencia en el aquí y en el ahora, para que todo lo que conoce como teoría, ahora se vuelva práctica, no desde la voluntad, sino desde su información celular.
A este punto, ya la persona sabe qué es estar conectado y cuándo está conectado y cuándo se desconecta. Sabe que ya no va a correr ni por competir, ni por ganar, ni por su manager, ni por su patrocinador, ni por alagar a alguien, ni por demostrarse que puede hacerlo. Es ahí cuando comenzamos las prácticas en meditaciones en movimiento que le permiten entender que su carrera, es la más profunda de las meditaciones, que a través de su deporte, él entra a su centro sin que la periferia lo perturbe nunca más. Y desde su centro, sin esfuerzo, sin violentar sus músculos, sin querer competir con nadie ni pelearse el puesto de nadie, reconoce su GranDiosidad y puede romper la barrera del tiempo y el espacio, para lograr hazañas increíbles, porque desaparece cualquier límite que haya podido tener su mente, por educación, o por consciente colectivo. Al fundirse con el todo, todo se vuelve posible, no desde el vencer, sino desde el Amor, la Gratitud y el honrar cada partícula de su ser, de su movimiento y de su relacionamiento con todo su mundo.