Independientemente de la religión que se profese o de las creencias espirituales que se tengan, se considera que el perdón es necesario para vivir tranquilos, felices y plenos.
Lograr perdonar va más allá de lo que se cree, ya que en algunas ocasiones está ligado a heridas emocionales profundas, generadas desde la infancia y nos llevan a vivir con culpa.
La culpa es la responsabilidad que sentimos ante una falta que hemos cometido y trae consecuencias desagradables a nosotros y a otras personas.
La culpa nos mantiene atados a aquella falta y creemos que solo puede ser liberada por medio del perdón.
Decir: ‘Te perdono’, puede generar una sensación de condescendencia en aquél a quien perdonamos, mientras que la aceptación genera una comprensión hacia la persona, liberándola del sentimiento de culpa y/o deuda; y sobre todo, de superioridad y juzgamiento.
La aceptación no es condescendencia, no nos coloca por encima ni deja la relación descompensada.
Cuando somos capaces de decir: «Acepto lo que pasó y y asumo mi responsabilidad en su creación», entonces podemos cerrar el círculo y seguir adelante, es cuando el perdón no tiene sentido y es ahí cuando realmente, nos liberamos y soltamos.
Por lo tanto, la aceptación es lo que abre la puerta a la liberación y a la comprensión de la evolución a través de la experiencia creada, sin aceptación seguimos atados al dolor, al pasado, lo cual nos vuelve prisioneros, trayendo a nosotros de nuevo esas heridas emocionales que creíamos ya no tener.
Y lo peor, victimizándonos y culpabilizándonos, cayendo permanentemente en la rueda del hamster, que no nos evoluciona, sino que nos hace repetir una y otra vez experiencias similares hasta que nos responsabilicemos.

Podemos creer que ya hemos ‘perdonado’, sin embargo, eso solo nos activa la arrogancia de la separación y del seguir creyendo que hay un malo y un bueno y entonces nos encontrarnos con situaciones como las siguientes:
- No podemos vivir felices, postergamos la felicidad por dar foco al dolor que provocó aquello que consideramos como ofensa o traición y al seguir juzgando, la experiencia tiende a reletirse
- Pasas tiempo, que pueden llegar a ser años intentando comprender por qué te hicieron eso, lo tomas cómo algo personal y no puedes sanar la herida, porque no comprendes que tuviste parte y fue la experiencia que creaste para evolucionar.
- Rechazas personas y tu entorno porque no estás de acuerdo con la forma de actuar de los demás. Te separas.
- No sales de tildar la vida como injusta, por lo tanto perpetúas la víctima en ti.
Experimentar lo anterior se debe a heridas emocionales que tenemos, que nos cuesta trabajo mostrar, reconocer y sanar.
Es importante saber que no se trata de protegernos de nuestras heridas, sino cambiar la perspectiva de ellas para utilizarlas como escalón hacia la evolución y la plenitud.
Podemos transformar el rechazo, la culpa y el dolor en aceptación, entendiendo como perfecto todo lo que se vive, permitiendo así sentirte feliz sin importar las circunstancias y vivir en armonía con nuestro entorno.
Para ello es importante trabajar en esas heridas no sanadas, en esa culpa que nos ata y llevar a cabo la aceptación por medio de la responsabilidad. .
Interiorizar, comprender para sanar es parte de los resultados a los que tenemos acceso a la hora de buscar las alternativas para trabajar nuestras heridas.
En IRB contamos con un taller que te permite liberarte de cualquier atadura, nuestro taller Perdón vs Aceptación, te lleva de la mano para que dejes de vivir a la defensiva, aceptar, liberarte y comprender tu papel en el juego.
Es momento de sanar genuinamente TODAS tus heridas emocionales, es tu Derecho Divino vivir pleno, libre y feliz.
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