Primeras claves y secretos cuánticos para empezar a romper las ataduras del Tiempo, Dinero y Salud.

Padeces mucha fatiga, aunque no es fatiga crónica, sino una fatiga seleccionada. Por eso, se transforma en una montaña rusa. Hoy amaneces con ánimo motivado y mañana no te quieres levantar.

Sin embargo, no has hecho ejercicio, ni ningún sobre esfuerzo y te sientes agotado. Tampoco has ido al gimnasio o has limpiado la casa.

Pero de pronto, otro día, te levantas con ganas de hacer aseo, de limpiar los rincones, de no parar, de subir, de bajar. Entonces, es como que no tienes un comportamiento claro, sino que hoy te levantas de una forma y mañana, de otra.

Además, afrontas patrones muy fuertes de alimentación, como decidir comer carne un día y querer ser vegetariano al siguiente. Lo mismo que está pasando un poco con los géneros. Y no tiene nada que ver con estar a favor o en contra de un rol sexual. Siéntete como quieras.

También existen patrones de sueño, que no tienen que ver con el insomnio. No es que no puedas dormir. A lo mejor duermes 12 horas, te acuestas a las 10 de la noche y te levantas mañana a las 10 de la mañana.

Pero te levantas cansado, como si no hubieras descansado, no tienes sueño, te sientes agotado. Te recuestas y no logras dormir. Por lo tanto, no es un patrón de insomnio, es como que no sabes qué te pasa, el sueño no es reparador.

Hay un consumo energético superior, por ende, subes las escaleras y te agitas, y tampoco es porque tienes mal físico, haces ejercicio regularmente.

Pero es como… «no, por Dios, ya no quiero hacer nada más en la vida, al menos por hoy», solo porque subiste las escaleras.

Desarrollas síntomas físicos donde clínicamente todo está bien, pero se te inflama el estómago. Te hacen una colonoscopia y tu colon está perfecto. Tienes taquicardia, pasas por el ecocardiograma y todo está bien. Tu corazón está funcionando bien, pero sigues con taquicardia. Te sale un tumor y te hacen patología, pero todo está bien, no tienes cáncer. O sea, que clínicamente funciona correcto, pero no sientes lo mismo.

Tu mente está quieta por pereza mental. Es como que sientes la obligación de levantarte con esa sensación de… «¿en serio tengo que hacer esto?». Sin embargo, hoy te toca acabar alguna entrega particular. Entonces procrastinas y dejas para más adelante. Te sientes bloqueado, incluso con la prisa de terminarlo. Y de repente, el mismo día u otro, sacas el impulso y produces un 300% en menos tiempo.

Así, tu mente también va en una montaña rusa. Sientes dificultad para retener información. «¿Cómo es que se llamaba eso?». Es tu amigo de toda la vida, pero… «¿cómo era su nombre?».

Y te acuerdas en 2 días de esa palabra que olvidaste, incluso sin siquiera encontrar lo que piensas en internet. O a lo mejor sí, porque la IA te da la respuesta. Entonces se te olvida pensar, y tu mente se está quedando quieta.

Experimentas olvidos momentáneos y tu agilidad mental es baja. Como si estuvieras por allá, en otro mundo, como si acabaras de meditar y  quedaste en la estratosfera. Te cuesta bajar y aterrizar a este plano.

Y sientes esa desconexión porque dejaste de prestar atención a lo que te decían. Entonces consultas… «¿qué era lo que me estabas diciendo?». De hecho, no tiene nada que ver con el Alzheimer. Tampoco tienes déficit de atención, ni tienes TDAH o demencia senil.

Simplemente, te abstrajiste sin recordar por qué. Sin embargo, en unos días estás superágil, superrápido, mientras que otros, estás superlento. Esto te aumenta la mirada negativa porque reniegas con el plus de tu negatividad. Y cualquier mosca te desespera.

No hay problemas visibles, pero tienes esa sensación de vacío y de insatisfacción. Tienes pareja, dinero, todo va bien, pero es como que no te gusta lo que haces, te da pereza levantarte a la oficina: «¡ay… hoy no quiero hacer esto!». No te es sencillo encontrarle el sentido a lo que haces.

Por eso, te preguntas cuál es tu propósito, pero no lo encuentras y surge la tendencia a la tristeza. Te sientes bajito, triste, con ganas de llorar, pero no lloras. O al contrario, de repente lloras y lloras, sin siquiera saber por qué lo haces. No tienes idea ni motivos, pero aun así te sientes triste.

Y esta realidad no es depresión porque sabes que es algo pasajero. Por eso, quieres la quietud de… «hoy solo no quiero hacer nada». Y ves una película, lees un libro, porque no quieres nada, ni siquiera que te hablen. Tampoco quieres verte con nadie, por esa quietud que requieres.

Todo lo anterior, que sucede a Nivel Físico, Mental y Emocional, genera bloqueos en tu campo energético. Tanto en tu casa como en tu campo áurico, se crean larvas, se crean grietas, se desajustan los chakras. Todo se desequilibra.

Entonces, el común denominador es… «sé lo que tengo que hacer y lo hago». Pero sin voluntad propia. Por ejemplo, la mamá que se levanta a llevar a sus hijos al colegio, ni siquiera se preocuparía por ellos si está en depresión. Pero con estos síntomas, la mamá hace todo en contra de su voluntad.

Cuando llega al colegio se dice… «No voy a hacer nada más. Ya hice suficiente». O sea, que la persona termina aplazando todo hasta último momento. Porque requiere de esa adrenalina del último momento para poder hacer algo. Entonces, quieres acostarte y dormir, pero no te sientes cansado, ni tampoco es depresión. Aunque no puedes dormir.